En esta ocasión os traemos un álbum de esos que les encanta escuchar a los más pequeños. Una historia acumulativa que si además la acompañamos de alguna onomatopeya al narrarla se convertirá en uno de los preferidos, seguro.

«La niña que paró el tráfico» es una historia para frenar un poco el ritmo de nuestro día a día, una historia para darnos cuenta de que cada vez tenemos menos espacios para disfrutar, correr o saltar. Es cierto que no pretendemos animar a ningún niño a parar el tráfico, eso sería una locura, pero sí podemos ayudarles a crear un pensamiento crítico, ayudarles a plantearse que las cosas no siempre están bien como nos vienen dadas.




La protagonista de este álbum para el tráfico de una gran ciudad simplemente cruzando con su
bicicleta, esto desencadena un montón de acontecimientos. La cadena es interminable, taxistas, autobuses, ambulancias, motocicletas e incluso un helicóptero nos darán una idea de la cantidad de tráfico que hay en las calles.

El final del libro es lo más sorprendente puesto que aparece en escena un anciano que nada tiene que ver en la historia y simplemente decide cruzar la calle... muuuy des-pa-ci-to.

Las ilustraciones están realizadas con la técnica del collage incluyendo algunas fotos entre ellas que le dan más realismo a la imagen. Como curiosidad os diré que todos los personajes están en sepia menos la niña, su bici y el anciano del final de la historia. Sin duda ellos son los protagonistas de este pequeño gesto.



Las guardas nos muestran a una niña en medio de un montón de coches con su bicicleta en el suelo parando el tráfico.

Si trabajáis el cuento con niños algo mayores se nos ocurre que podríais hablar de seguridad vial. Comentar qué lugares son seguros si queremos jugar y qué otras soluciones podría haber pensado la protagonista ante esta situación.

Los autores nos cuentan que la historia se les ocurrió al volver a casa y ver lo estrechas que son las aceras donde juegan los niños y lo anchas que son las calzadas. Pensaron que las calles nos pertenecen a todos y deberían usarse para pasear y para jugar. Pensaron en qué harían ellos si la calle fuera suya y la respuesta fue que si la calle fuera suya, sería de todos.


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